A los pocos días de recibir el nombramiento de médico de higiene y de comenzar a desempeñar el cargo, Andrés comprendió que no era para él. Su instinto antisocial se iba aumentando, se iba convirtiendo en odio contra el rico,
sin tener simpatía por el pobre.
—¡Yo que siento este desprecio por la sociedad —se decía a sí mismo—, teniendo que reconocer y dar patentes a las prostitutas! ¡Yo que me alegraría que cada una de ellas llevara una toxina que envenenara a doscientos hijos de familia! Andrés se quedó en el destino, en parte por curiosidad, en parte también para que el que se lo había dado no le considerara como un fatuo. El tener que vivir en este ambiente le hacía daño. Ya no había en su vida nada sonriente, nada amable; se encontraba como un hombre desnudo que tuviera que andar atravesando zarzas. Los dos polos de su alma eran un estado de amargura, de sequedad, de acritud, y un sentimiento de depresión y de tristeza.
La irritación le hacía ser en sus palabras violento y brutal. Muchas veces a alguna mujer que iba al Registro le decía:
ONLY a few days after receiving his appointment and
entering on his duties Andres realized that it did
not suit him.
His antisocial instinct was developing; he began to
hate the rich, without feeling any sympathy for the poor.
"I who despise society," he -said to himself, "have
to examine and license prostitutes! I who would be only
too glad if each one of them were to infect two hundred
sons of rich families!"
He did not resign, partly out of curiosity, partly in
order that the official who had got him the appointment
should not think him a fool.
His new life did him harm; there was nothing attractive
or pleasant in it it; he felt like a naked man walking
through brambles. His state of mind alternated between
bitterness and cold harshness and depression and
gloom.
This irritation made him violent and brutal in what
he said.
Often he would ask a woman comirig for a license:
—¿Estás enferma?
—Sí.
—¿Tú qué quieres, ir al hospital o quedarte libre?
—Yo prefiero quedarme libre.
—Bueno. Haz lo que quieras; por mí puedes envenenar medio mundo; me tiene sin cuidado. En ocasiones, al ver estas busconas que venían escoltadas por algún guardia, riendo, las increpaba:
—No tenéis odio siquiera. Tened odio; al menos viviréis más tranquilas. Las mujeres le miraban con asombro. Odio, ¿por qué?, se preguntaría alguna de ellas. Como decía Iturrioz: la naturaleza era muy sabia; hacía el esclavo, y le daba el espíritu de la esclavitud; hacía la prostituta, y le daba el espíritu de la prostitución. Este triste proletariado de la vida sexual tenía su honor de cuerpo. Quizás lo tienen también en la oscuridad de lo inconsciente las abejas obreras y los pulgones, que sirven de vacas a las hormigas. De la conversación con aquellas mujeres sacaba Andrés cosas extrañas.
Entre los dueños de las casas de lenocinio había personas decentes: un cura tenía
dos, y las explotaba con una ciencia evangélica completa. ¡Qué labor más católica, más conservadora podía haber, que dirigir una casa de prostitución! Solamente teniendo al mismo tiempo una plaza de toros y una casa de préstamos podía concebirse algo más perfecto.
"Are you affected?"
"Yes."
"Do you prefer to go to the hospital or remain at
liberty?"
"I prefer to remain at liberty."
"Very well. Do as you please; so far as I am concerned
you may poison half the world."
Sometimes when he saw these adventuresses arrive
laughing, with a policeman, he upbraided them:
"You do not even hate. You should at least hate; that
would make your lives easier."
The women looked at him in amazement. Why should
they hate? they must have asked themselves. As Iturrioz
said: Nature is very wise; she makes the slave and gives
him a slave's spirit; she makes the prostitute and gives
her the spirit of a prostitute.
These women, the dregs of society, had their feelings
of pride; perhaps it is so in their dim intelligence with
the working bees and the insects which serve as milch
kine for the ants.
From his conversation with these women Andres learnt
strange things.
The owners of diese houses included people of standing:
a priest owned two and exploited them with really
evangelic skill. What more Catholic, what more Conservative
than to run a brothel!
Perfection no doubt would consist in combining this
with a bullfight arena and a pawnshop.
De aquellas mujeres, las libres iban al registro, otras se sometían al reconocimiento en sus casas. Andrés tuvo que ir varias veces a hacer estas visitas domiciliarias. En alguna de aquellas casas de prostitución distinguidas encontraba señoritos de la alta sociedad, y era un contraste interesante ver estas mujeres de cara cansada, llena de polvos de arroz, pintadas, dando muestras de una alegría ficticia, al lado de gomosos fuertes, de vida higiénica, rojos, membrudos por el “sport”. Espectador de la iniquidad social, Andrés reflexionaba acerca de los mecanismos que van produciendo esas lacras: el presidio, la miseria, la prostitución.
—La verdad es que si el pueblo lo comprendiese —pensaba Hurtado—, se mataría por intentar una revolución social, aunque ésta no sea más que una utopía, un sueño. Andrés creía ver en Madrid la evolución progresiva de la gente rica que iba hermoseándose, fortificándose, convirtiéndose en casta; mientras el pueblo evolucionaba a la inversa, debilitándose, degenerando cada vez más.
Estas dos evoluciones paralelas eran sin duda biológicas; el pueblo no llevaba
camino de cortar los jarretes de la burguesía, e incapaz de luchar, iba cayendo en el surco. Los síntomas de la derrota se revelaban en todo. En Madrid, la talla de los jóvenes pobres y mal alimentados que vivían en tabucos era ostensiblemente más pequeña que
la de los muchachos ricos, de familias acomodadas que habitaban en pisos exteriores. La inteligencia, la fuerza física, eran también menores entre la gente del pueblo que en la clase adinerada. La casta burguesa se iba preparando para someter a la casta pobre y hacerla su esclava.
Of these women those who were free went to the
Registry; others had to be examined at home. Andres
had several times to pay such visits.
In the better kind of houses he met youths of the upper
classes, and it was an interesting contrast between the
women with their tired, painted, powdered faces, and
forced cheerfulness and the fashionable youths, redfaced,
strong and muscular from the healthy life of a
sportsman.
As an observer of social iniquity, Andres pondered on
the causes which produced these ills: prisons, poverty,
prostitution.
"Really," he thought, "if the people realized, they
would attempt a social revolution at any cost, although
it would be no more than a Utopia, a dream.
Andres thought he saw two lines of progress at Madrid,
that of the rich becoming finer, stronger, and converting
themselves into a caste, and that of the poor becoming
ever weaker and more degenerate.
These two parallel lines of evolution were no doubt
bi~logical, and the common people, far from attempting
to hamstring the well-to-do, were incapable of putting
up a fight, and fell into the abyss.
There were signs everywhere of their defeat. At Madried
the height of poor, badly nourished youths who
lived in hovels was manifestly less than that of the
rich who lived in comfortable houses.
Men of the people had likewise less intelligence and
less physical strength than the moneyed class. The wellto-
do were finally about to subject the poor and make
them their slaves